Durante la Semana Santa de ese año, Kate y William se separaron, y en ese momento parecía que era para siempre. Como resultado, la primera se puso un vestido de venganza y se lanzó al circuito de fiestas. Estaba decidida a demostrar a los medios de comunicación que no echaba de menos a su antiguo novio real; pero en realidad, Kate estaba profundamente dolida.
Posteriormente, los medios de comunicación británicos dieron mucha importancia a la repentina ruptura, y en abril de 2007 un “amigo del príncipe” no identificado declaró a The Evening Standard que el matrimonio “nunca estuvo en las cartas”. Y añadieron: “Kate hizo todo lo posible para que se quedara, jugando a la espera un minuto y a la dura al siguiente”.
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